El Colectivo de Derechos de Infancia y Adolescencia expresa su enérgico repudio y preocupación ante la grave situación de abandono y la sistemática violación de derechos que desde 2002 hasta la actualidad se produce contra los niños y adolescentes alojados en el Instituto de Rehabilitación del Adolescente de Rosario (IRAR). El pasado 9 de marzo un chico de 17 años que había sido alojado allí salió a las dos horas de entrar en estado de coma por una golpiza que había recibido en el instituto. En abril de 2007 otro joven, de 16 años, ingresó al IRAR, lo encerraron en un pabellón de donde pidió ser excluido, hubo incidentes y al día siguiente salió con el 80 por ciento de su cuerpo quemado. Murió esa misma jornada.
El Estado provincial —responsable por lo que sucede en ese instituto— fue incapaz de asegurar la integridad física de un chico, en el primer caso, por más de dos horas, y la vida de otro en el segundo, por más de un día. Estos episodios son sólo expresiones visibles de las condiciones infrahumanas de detención que se instalaron desde hace años como una constante en el IRAR. Autoridades judiciales, provinciales y nacionales pudieron comprobar esto, luego de incontables denuncias, y la situación persiste, cuando no empeora.
La Coordinadora de Trabajo Carcelario (CTC), organización radicada en la ciudad de Rosario y miembro de este Colectivo, visita y sigue muy de cerca la situación en el IRAR. Desde 2002 a la fecha se han detectado todo tipo de abusos y violaciones a leyes y derechos que son garantías constitucionales para los chicos. Se los condena así a la marginalidad crónica, al abandono absoluto y a una vida que los acerca más a la muerte que a una posible recuperación y reinserción social.
En los últimos ocho años se hicieron decenas de denuncias y las respuestas siempre fueron precarias, insuficientes y jamás con un espíritu serio de reinserción y restitución de derechos. La gestión del actual gobernador, que asumió hace 15 meses, operó con la misma lógica que la anterior y se mostró reacia a introducir los cambios necesarios. “El Servicio Penitenciario no se va a retirar”, nos dijo una funcionaria de alto rango de la actual administración, y agregó además que no se planteaban la situación como algo urgente. Tampoco convocó esta gestión a la Comisión de Seguimiento que por orden de la Corte Suprema provincial se había formado, junto a organizaciones civiles, para terminar con los abusos y las irregularidades en el IRAR.
En el lapso señalado y en las diversas visitas e inspecciones que se realizaron al IRAR, se observaron cañerías y desagües colapsados, inodoros tapados y humedad en las celdas. Esto ha obligado a los internos a hacer sus necesidades fisiológicas en bandejas y recipientes de plástico. “Esta situación acumula gran cantidad de materia fecal —observa un informe de la CTC, de 2006—, provocando olor nauseabundo y presencia de moscas, ratas y todo tipo de insectos que deambulan por el baño y el salón de `esparcimiento´. Los chicos nos cuentan que por el taponamiento de las cloacas sobrenada la materia fecal, y las ratas acuden en cantidad”. Aún hoy resulta imposible dormir de noche porque las ratas les caminan por encima.
Los matafuegos no funcionan. Cuando llueve hay filtraciones y la humedad es permanente. Las celdas —en las que permanecen encerrados desde las 23 hasta las 8— carecen de agua, de luz y de ventilación. Se dictan sólo dos horas diarias de clase en la escuela del IRAR, cuando no son interrumpidas por trámites y viajes a los Tribunales. Para el nivel medio (secundario) directamente no se dictan clases. La salida al patio (único espacio al aire libre) no es diaria y se hace por espacios de tiempo muy acotados. No hay actividades recreativas y no disponen del menor recurso para ellas. No hay ni un libro para leer ni un papel para dibujar. La única pelota que hay para jugar fue provista por la CTC. Durante las visitas de familiares los guardias retienen bienes y objetos en las requisas y es frecuente que luego no los devuelvan.
“El IRAR solo puede pensarse como una fábrica de marginalidad. Un espacio indefinido, donde acude una diversidad de problemáticas, emergentes de una sociedad fragmentada y estratificada, que son tratadas con la misma metodología, el olvido, el silencio el maltrato y la soledad. Estas, son las únicas ‘materias’ que se cursan en el IRAR”, observó la CTC en su informe de abril de 2008.
En la actualidad el IRAR tiene una dirección civil, que depende del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la provincia de Santa Fé, y una subdirección a cargo del Servicio Penitenciario provincial, que depende del Ministerio de Seguridad de la Provincia. El primero no dispone de más de diez personas trabajando en el instituto, que cumplen una jornada diaria de 8 a 14 horas. La autoridad penitenciaria maneja en cambio un total de 90 guardias, que se distribuyen en tres turnos con 30 guardias por cada uno. Y que en virtud del área a la que responden no tienen la menor capacitación para trabajar con niños y adolescentes y operan con la misma lógica que se usa en los penales de adultos. Este esquema —con dos ministerios a cargo de un mismo instituto— resulta insuficiente e incapaz para garantizar condiciones mínimas de vida a los no más 40 chicos que están alojados en el IRAR. Y todas las gestiones y negociaciones para lograr mejoras se convierten en un suplicio frente a esta absurda burocracia.
Todo cuanto se ha visto se ha formalizado en informes y denuncias de la CTC y de este Colectivo ante el Poder Ejecutivo provincial, la Defensoría del Pueblo de Rosario, Jueces -que visitaron las instalaciones-, la Corte Suprema de la Provincia de Santa Fe y el Ministerio de Justicia de la Nación. En todos los casos y de parte de todos los organismos hubo visitas de funcionarios que comprobaron y admitieron lo que se estaba denunciando. Todo está documentado. Hemos presentado también informes a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (organismo que depende de la OEA), por escrito en varias oportunidades y durante una audiencia que se realizó en Washington, con presencia de funcionarios nacionales, en marzo de 2007.
“Quien pasa por el IRAR vuelve en un eterno repetir, la huella que deja es profunda y no se borra. Los niños y adolescentes en conflicto con la ley penal que ‘concurren’ a la cárcel regularmente no son numerosos, tal vez cien en toda la región. Ninguna política social los contiene, y cada vez que ‘egresan’ del instituto lo hacen con mayores niveles de agresión y deterioro”. (CTC. Abril de 2008) |